lunes, 5 de agosto de 2013

La princesa XXV: Un poquito de ti



La caja estaba descolorida, ¡y vaya si lo estaba! ¡Tantos años guardando mis juguetes! Totalmente desteñida, sí, pero escondía tantos recuerdos que su ruinoso estado apenas me importó. No pude contener las lágrimas al encontrar bajo las telas una pequeña parte de mí. 


No recordaba que las madres suelen tener esas estúpidas manías de guardarlo todo, hasta lo más innecesario, por los siglos de los siglos, hasta que sus pequeñas princesas se sueltan de su mano y alzan el vuelo lejos de casa. Incluso entonces, las madres siguen guardando los restos de infancia de sus niñas, como si se tratara de simples fotografías plasmadas en papel dispuestas a ser revividas. 


Tengo que reconocer que lo que no sabía es que mi madre, en este caso concreto, estaba siendo “una madre al uso”. 


Armarios llenos de juguetes, disfraces, cuentos que leímos y volvimos a releer… Las ropas que sobresalen de los cajones, los miles de sombreros que abarrotan el perchero, narices de payaso, máscaras que dan miedo, o antifaces que hacen reír… Mamá no sólo guarda en su castillo la infancia de sus hijos, sino la vida de reina que también se construyó para sí. Lo guarda todo en una habitación, en mi habitación preferida.


Entre esas maravillosas cuatro paredes que la gente inconsciente se ha empeñado en llamar trastero, mi madre recopila una vida llena de sueños.


Las escenas que nos hizo contemplar cientos de veces mientras ella ensayaba sobre el escenario, los textos que memorizaba bajo el agotador resoplar de la plancha, las teatreras buenas noches que nos dedicaba al acompañarnos a la cama…


Mi madre guardó mi infancia en una caja de cartón descolorida, la envolvió cuidadosamente entre telas, y la mando por correo por el día de mi cumpleaños. Pero en esa caja también guardó sus felices días como madre; mis juguetes, que son los suyos; y sus cuentos, que son los míos. Esa caja que ha recorrido 600 km para felicitarme, ha venido con un poquito de esa habitación en la que mi madre colecciona fantasías.

Por eso te agradezco, mamá, que, envuelta en un regalo de pacotilla, me hayas traído un poquito de ti. 

Eva

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