sábado, 26 de octubre de 2013

La princesa XXX: La huida



Hoy te escribo desde los jardines de palacio, escuchando la brisa de la noche. El arce y los abedules resuenan  a mí alrededor, no hay luna, pero el silencio de la noche se rompe con un frío viento que hace cantar a los árboles y aquí, tan cerca de tus abuelos, recuerdo su última historia.

De nuevo una madre recuerda sus inicios de vida conyugal. 


También ellos tuvieron cucarachas en sus primeros aposentos. Cuenta la abuela que, de noche, cuando volvían a casa, una manta de cucarachas cubría el suelo del dormitorio. El miedo y el asco que le producía, la hacía dudar de aquellos inicios. ¿Por qué tenemos cucarachas en nuestros palacios? Es la ciudad que vomita la basura de los transeúntes. En el campo otros animales se alimentan en la tierra. En la ciudad los grifos escupen cucarachas, vienen de los bajos comerciales buscando alimentos de los nuevos inquilinos. Cuando éstos aniquilan los enjambres, buscan otros colonos y así sucesivamente.


Ya es hora de partir, tus bichos, tus muertos, ya no dicen nada, ya no crujen tras las paredes, tu palacio se está quedando vacío, insonoro e insulso. Debes ir a buscar otros sueños, porque aquellos ya se han cumplido. Huye y deja tus recuerdos en el cabás y si no caben, intenta  guardarlos en las maletas, algunas no se abrirán nunca y otras se destartalaran por los caminos. 

Desde mis aposentos de reina donde el jardín florece en tu ausencia, la noche nos llena de amor y de susurros, uno de ellos es tuyo, siempre tan cerca.

Te ayudaré en el viaje sin rumbo, un periplo a lo desconocido te liberará, y mis manos  invisibles te abrazaran, te agarraran para que no te escapes, para que estés siempre conmigo. Pero  mis manos no pueden hacerte prisionera, ellas te acariciaran en las noches tortuosas con mis susurros, con mis besos. Tienes que seguir sintiéndolas cerca, aunque estés tan lejos. Como en mi vientre, te cantaré, te acariciaré sin tocarte. 

Mientras tu príncipe se tambalea en un gran barco cruzando el océano para traerte un carruaje, tú sueñas con volar aún más y más lejos. Intuía tu huida, pero nunca pensé que estuviera tan cerca. Te diré adiós, casi en un instante, casi sin tocarte, para que no sientas mis lágrimas, para que te vayas feliz en su carruaje y su música te llene de amor.

Vete, vete muy lejos princesa, que yo siempre estaré contigo y mis susurros te acunarán en la distancia. Y allá cuando estés lejos, seguiré sintiéndote cerca.

Mamá

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